Paris

Hay dos personajes, dos personajes que son casi dos clowns, en la medida en que los seres humanos nos comportamos a veces como verdaderos payasos. Y los payasos nos hacer reír, resultan cómicos. Ambos han renunciado a su nombre, se llaman UNO y DOS, cada día se cambian de número en un intento de no apropiarse de nada.

Quieren abandonar la ciudad, abandonar su vida anterior y viajar hasta París; aunque dudan si seguirá siendo el París que recuerdan. Pero aún así, quieren ir a París. Se ponen en marcha pero comprueban que no es tan fácil.

En fin, los personajes, la empresa que tratan de llevar a cabo y otras situaciones inesperadas, conforman su minúscula gran epopeya: un gran paso según ellos, pero un paso microscópico para la humanidad. Pero siguen juntos peinando la calavera del destino, porque nadie ha sido capaz aún de distinguir los límites del amor.

El humor se cuela hasta en los paisajes de la tragedia; eso nos dice la experiencia humana. Entonces aparece eso que llamamos absurdo; un cóctel de risas de comedia y gotas de drama —con abundante hielo— extraídas de la existencia humana.